Güimi

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Aproximación subjetiva a la animadversión que siento hacia la Iglesia

Contribución de Jeremías
(…) Así decía el breve pataleo que un día escribí tras saber de alguna “nueva” tropelía cometida o amparada por parte del Iglesia (…) Pero siendo crítico esos tres párrafos no aportan ni reflexión, ni juicio ni razón a los motivos por los que no me agrada la Iglesia y su papel en la sociedad, y tras una sugerencia de CaínSigueVivo me he decido a extenderme un poco (…)

Nota: …léase más allá del texto original antes de opinar ;)

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En el comienzo fue el Verbo(texto original)

Estos entremetidos curas son capaces de enervar al más impasible estoico, con su endiablado apego a la confusión entre Ética, Moral, Derecho, Justicia y Libertad, y sus inmanentes dificultades para divorciar Yo, Tú y Nosotros.

Toda vez que es utópico razonar con ellos, abstraídos, a veces, en propalar una falsa vida dogmática, y otras, las más, en realizar “de facto” su contraria, sería mejor olvidarse de su vacua, por insustancial, existencia; pero debido a su reiterada obstinación en domeñarnos con sus torcidos credos, y al poseso influjo que ejercen en demasiados aspectos de nuestra teóricamente secular sociedad, hemos de adoptar una postura de contención frente a la maléfica sombra que oscurece nuestra vida [ellos].

Una solución decorosa sería abrasarlos, cual madera vieja sólo válida para dar luz a través de la purificación del fuego, e inútil como sostén o viga de nada –de dónde me vendrán estos innovadores pensamientos-. Mas asumiendo que el Derecho no permite ciertas prácticas –sí lo hacen algunas Éticas–, y participando de la lógica distancia entre Derecho y Moral, creo que sería más factible y menos polémico –por tanto mejor–, aunque no fácil, desamortizar y exiliar a alguna ínsula remota, en la que pudiesen practicar el animismo con las rocas, a todo eclesiástico que no respetase a los no creyentes en burdas teorías sin fundamento racional, basadas en una supuesta Fe, que por desgracia o suerte no todos tenemos, queremos o profesamos.

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Aduciendo Razones

Así decía el breve pataleo que un día escribí tras saber de alguna “nueva” tropelía cometida o amparada por parte del Iglesia. En concreto creo que fueron unas declaraciones formales en las que explicaban la violencia de género –maltrato a la mujer, principalmente– por la revolución de los sexos. Si bien estoy de acuerdo en que una de las causas que radican en el aumento de este tipo de violencia es la “liberación de la mujer” o su integración plena en la sociedad, no me parece un argumento justificativo, porque: 1. moralmente no respeta el principio de igualdad entre seres humanos, el cual además de ser cosa de sentido común, está avalado por la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) y la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación Contra la Mujer (1967); 2. éticamente no hay ningún argumento racional que defienda el valor en el que la Iglesia apoya su justificación: la superioridad del hombre frente a la mujer. Ésta postura es defendida, sino explícitamente, sí implícitamente desde el mundo eclesiástico. Sobre el tema de la Moral y la Ética desde el punto de vista divino volveremos al final; 3. También deberían incluirse como motivos básicos la falta de respeto, educación y entendederas de los agresores, entre otros.

Quede claro que cuando digo curas, o eclesiásticos me refiero principalmente a la Iglesia, que para mi no tiene perdón de Dios, y no a todas esas abnegadas, engañadas y pesarosas personas que trabajan en dicha institución, las cuales pueden llevar por bandera el odio y la ambición o la humildad y amor al prójimo.

Pero siendo crítico esos tres párrafos no aportan ni reflexión, ni juicio ni razón a los motivos por los que no me agrada la Iglesia y su papel en la sociedad, y tras una sugerencia de CaínSigueVivo me he decido a extenderme un poco, en un modesto intento de dar color y fundamento al sentimiento demagógico incluido en mi protesta inicial. No dudo que cualquier argumentación que yo ponga a continuación podrá ser encontrada y mejorada en infinitud de libros escritos por personas más eruditas y entregadas a la labor de mina de tan funesta organización. Por supuesto asimismo habrá libros que refuten mi postura; en el albedrío de cada uno queda buscar los que más le interesen.

Durante la exposición de motivos personales por los que considero nociva la institución de la Iglesia –si bien no dudo que algunos actos buenos habrá realizado los considero menores pues para mi no hay mayor bien que la libertad de pensamiento que ellos coartan, ni mayor mal que la postura retrógrada, conservadora, involucionista o estática, en el mejor de los casos, que siempre los ha caracterizado– me abstendré de comentar sus actuaciones más terrenales como los supuestos asesinatos, apoyos al terrorismo, mafias y corrupciones de todo tipo y en todo lugar y tiempo, sus maquinaciones económicas y políticas, sus históricos, actuales y firmes apoyos a estados totalitarios, o el que haya sido promotora o justificación de guerras, y un largo etcétera para los cuales no tengo más prueba que una firme Fe en su existencia -seguro estoy de que éstos temas también son tratados por una extensa bibliografía-. Pero como la Fe, a la cual respeto, es una postura individual, que jamás y bajo ningún concepto debe aplicarse fuera del ámbito personal, a riesgo de provocar más problemas que aporte de soluciones a los ya existentes, no haré uso de ella para mis críticas e intentaré argumentar con razones evidentes y cercanas.

Bases de mi Antipatía hacia la Iglesia

El catolicismo, quizá la más falaz de las ramas del cristianismo, por ser la última en formar su cuerpo dogmático –a excepción del protestantismo, que entre otras diferencias relevantes concede mayor importancia a la Fe individual frente a la representación dominical–, allá por el 451 en el concilio de Calcedonia, donde se afianzó la doctrina que ahora es mantenida acerca de la naturaleza y encarnación de Cristo, y que enfrentó a Nestorianos y Jacobitas (o monofisitas), resultando vencedores éstos últimos, abanderados de Roma y del principio monárquico frente al colegial, en el Gobierno de la Iglesia. A su vez la disputa dio pie a la ruptura final entre la Iglesia de Occidente (Roma) y la de Oriente (Constantinopla) que perdura en la actualidad. El catolicismo, decíamos, es una religión monoteísta, y como todas ellas –Islam o Judaísmo por poner ejemplos ampliamente difundidos– se conoce en virtud de sus textos, en los cuales aparece la “palabra de Dios”, sagrada, y conformadora de la vida no sólo interior sino también exterior del practicante.

Toda sociedad inspirada bajo el yugo de textos revelados está caracterizada por numerosos rasgos determinados y relacionados directamente con la enseñanza, la vida y actuaciones del profeta que haya transmitido la Palabra Divina. Se suele llegar a tal grado de complicidad entre la visión del Enviado y las costumbres y valores de la sociedad creada que llega un momento en que la división no es posible, y lo que es peor, no es asumible, deseada o imaginada por la mayor parte los miembros que en ella viven, afirmando éstos que su forma de vida se deriva de una evolución natural, lógica y con basamento racional, y que todo aquello que contradiga sus disposiciones, normas, y valores es irracional, ilógico, antinatural, e incluso nocivo. En los casos extremos apenas un atisbo de intención del enviado con relación a algún discurrir, acontecer o anécdota de su vida sienta cátedra hasta el punto de convertirse en norma y bastión de la más férrea ortodoxia.

Entre los aspectos sociales que se ven afectados por la implementación de una sociedad sobre cimientos religiosos están: las relaciones humanas y relaciones con la divinidad, hábitos alimentarios y de vestir, el arte, la arquitectura, el ocio, las festividades y el calendario, la educación, la justicia, el orden social, las libertades individuales, el reparto de poder, el modo de pensamiento y filosofía, e inclusive la ideología política. Seguramente me dejo varios, con cual podemos decir que afecta a TODO. Además hay dos pruebas empíricas que lo demuestran sin duda posible: 1. realizar una comparación de todos esos factores entre países de igual, parecida y distinta religión y ver como van manifestándose las variaciones en todos los indicadores escogidos de un país a otro; 2. la que yo considero más importante, el hecho real, tangible, de que muchas personas son inconscientes de la propia afectación que sufren las normas morales, las costumbres, y el ordenamiento jurídico, sobre la base de los valores religiosos predominantes, esto es, hasta tal punto llega el calado religioso que invade nuestro pensamiento, nuestras motivaciones, nuestras definiciones de bien y mal, verdad y mentira, deber, obligación, falta y delito, que deja éste de percibirse.

Cuantas veces he oído, si tú no crees es cosa tuya, pero déjalos, ¿qué mal hacen? ¿acaso te obligan a algo?. Y yo me digo –porque decírselo a un creyente suele tener poco sentido, como ya he comprobado– ¿no debiera ser al revés?. Si tú crees es cosa tuya, pero deja a los demás en paz. Se me puede responder, ¿y acaso te obligan a ir a misa? ¿a creer en Dios? ¿alguien arremete contra ti? Sí, la legislación, en muchos aspectos –no voy a enumerar para no caer en la especificidad y encorsetamiento de los ejemplos concretos–, derivada aún de unos valores impuestos en los que no creo, ni quiero creer. Y la conciencia social también obliga, los psicólogos pueden dar cuenta de demasiados casos de personas que acuden por sentimientos de culpa, frustraciones, depresiones, infravaloraciones y otras patologías, debido al incumplimiento de deberes que no debieran serlo, o por salirse de la moralidad cristiana –extendida casi sin límite a gran parte de la sociedad– o simplemente por asumir en demasía la idea de que somos pecadores desde nuestro mismo nacimiento. Aclaro, no acuso a la religión de ser responsable siempre de esas afecciones y sufrimientos sino únicamente en algunos casos, que bien pudieran haberse evitado de no haberse inmiscuido la religión en ámbitos extraños a ella. Para la lógica contestación de que también ha “curado” de patologías psicológicas y miedos a personas necesitadas planteo la siguiente cuestión ¿es ético dar una droga de la felicidad a todas las personas de modo que pierdan su individualidad y estado consciente “limpio” a cambio de eliminar todos sus problemas y temores? A mi juicio en el más positivo e hipotético de los casos la religión puede llegar a ser esa droga, que obviamente no respaldo –al menos su suministro involuntario y sin haber alcanzado una edad en la que se dispone de criterio para elegir si tomarla o no–. También admito que una educación moral sin tergiversación de ningún tipo es imposible de obtener excepto hablando en abstracto, pero de ahí a la contaminación que suele producir la religión va un abismo. Contaminación que se caracteriza por ser revelada, con lo cual se niega todo lo que vaya en su contra, haya enfrente los argumentos que haya. Sigamos, que me voy por las ramas.

Conforme la sociedad va dejando de lado las prácticas religiosas y la liturgia que la acompaña, se va liberando del sentimiento espiritual y puede distinguir mejor entre prácticas personales y comunitarias, que como decíamos suelen estar basadas en valores morales procedentes de los textos religiosos, y que igualmente están defendidas y refrendadas en demasiadas ocasiones por el ordenamiento jurídico, siendo éste uno de los problemas en los que radican mis críticas a la Iglesia. Sin embargo los valores, principalmente los más básicos y amplios, están asentados de tal modo en la conciencia social, la superestructura que vertebra parte de nuestra convivencia, que es complicado que varíen o evolucionen, excepto muy lentamente y ayudado ese progreso por presiones de grupos sociales. Los tabúes, existentes en toda sociedad, suelen estar directamente relacionados con la religión, existiendo esta situación en las tribus africanas o en la extendida cultura occidental. Y por tanto aquí sí podemos decir qué fue antes, si el huevo o la gallina, si el tabú, el miedo escatológico o el Derecho. ¿Hasta que punto se debe considerar legítimo un Derecho Civil o Penal, y una fiscalidad impositiva que tiende a perpetuar ciertos valores considerados morales que no son compartidos por una gran parte de la población y un Estado aconfesional? Tampoco es necesario una gran revolución, pero al menos daría ánimos ver un cambio, por lento que fuera. Un factor que incide directamente en este tema es (digo la cifra de memoria, la leí hace poco, no recuerdo donde) que según datos de la Iglesia el 94% de la población es católica, estamos bautizados y figuramos en su censo. Ellos pueden alegar con estadísticas en la mano que no hacen sino cuidar de su rebaño, literalmente para la Iglesia “cada bautizado según la verdad de la fe católica es un miembro del “pueblo de vida” enviado por Dios a evangelizar el mundo”.

Pero no por evolucionar hacia una menor práctica religiosa, o lo que es lo mismo, una flexibilización de los requisitos para obtener los beneficios prometidos por el Enviado, se deja de creer en la palabra del Enviado, es decir, no desaparece la Fe en todas las personas que quieren separar su vida religiosa individual de sus obligaciones, y comportamientos públicos, o aquellas otras que desean diferenciar entre los valores que defienden para su persona frente a los de las demás, que elegirán los que prefieran. ¿Por qué?

Esa pregunta es muy complicada de responder, y es de suponer que nadie tenga una única solución, válida en todos los casos. Por mi parte he simplificado el problema para poder seguir adelante, lo he hecho de un modo análogo al que hace el intuicionismo ético para definir lo que es bueno y virtuoso, basarnos en nuestra propia intuición –que nadie se lleve a error al valorar éste medio, pues no está exento de razón el hacer uso de tan, a priori, simple metodología–. En función de nuestra intuición, de nuestro sentido común, creemos en Dios, o no lo hacemos. Aunque nuestro entorno cultural afecta a nuestras creencias lo suele hacer más bien en la orientación del cómo y no de qué. Si crees en Dios en España posiblemente lo hagas en un Dios antropomorfo, que castiga y recompensa nuestras actuaciones durante la prueba moral que supone nuestra vida terrenal. Estoy seguro de que a más presión de órganos religiosos más número de creyentes, pero también estoy convencido de que por mucha influencia a que se someta la educación y crianza de una persona ésta puede disponer su pensamiento en función de su intuición en sentido contrario, si ésta así lo determina.

Es muy peligroso dejar que el Derecho –como ocurre claramente en la cultura Islámica, y no tan evidentemente pero sí realmente, en la nuestra o en la Judaica– refuerce o consolide los valores y máximas religiosas.

El Derecho

Hay dos tipos de concepciones del Derecho, la que afirma que existe un Derecho Natural por encima del Derecho Positivo (el realizado por el ser humano), y que además ese Derecho Positivo sólo es válido (justo) sin concuerda con el Derecho Natural y aquél que aboga por los opuestos de tales afirmaciones. Iusnaturalismo frente a Iuspositivismo. En el caso que nos atañe me acojo de aquí en adelante al Iusnaturalismo, puesto que de partida el Iuspositivismo afirma que calificar algo como Derecho es independiente de si es justo o no, únicamente se atiene a su pertenencia a un ordenamiento válido (legal) para aceptar o negar una norma como dentro o fuera del Derecho, y por tanto no viene al caso para considerar si la Iglesia/religión se entromete en el Derecho Positivo a favor de los condicionamientos morales que postula su dogma.

La ley natural sería inmutable y universal, la ley humana sería particular cambiante. En la antigua Grecia se asociaba el Derecho Natural con el Derecho Positivo, el ser humano era un animal, racional, pero muy cercano a la naturaleza, formábamos parte de ella y se respetaba como parte de nosotros mismos. Posteriormente la idea va evolucionado y al llegar a la Edad Media aparece la escolástica medieval que impone por encima del Derecho Natural la Ley Eterna Revelada. Siglos después el Derecho en teoría se seculariza y se separa de los valores refrendados por la Iglesia y sus textos revelados. Pero el daño ya está hecho, la mente social, el espíritu universal está corrompido por los siglos de los siglos. Amen. Los hábitos, costumbres, y pensamientos “correctos”, han sido grabados, en sentido literal, con sangre y fuego, aparte de con la útil y efectiva constancia y paciencia que fija la cantinela bíblica en el cerebro de decenas de generaciones, muchas de ellas sedientas de arteras y cínicas teorías salvadoras del alma.

La Moral y la Ética

El hombre carece de instintos, o al menos tiene muy pocos; esto es un axioma psicológico ampliamente aceptado –a pesar de que Freud fue uno de sus principales puntales y ha sido muy criticado por otras partes de su obra–. Por ello, el hombre, debe hacer asiduamente elecciones, y al elegir no hace sino manifestar su libertad. Como animal racional sabe que debe hacer una buena elección, no le vale cualquiera. Sería una locura si en cada dilema hubiéramos de detener nuestra acción y examinar minuciosamente las alternativas para escoger la correcta. Ante tal situación el hombre se ha armado con un código moral, que viene a sustituir los impulsos genéticamente programados de que hacen uso los animales no racionales.

Pero qué debo hacer, qué está bien o qué es correcto son preguntas muy complicadas de contestar. Hay muchas teorías que tratan de poner orden en el caos, no obstante se defienden todo tipo de posturas. Si debemos enfocar el fin o causa final (teleología) o el deber y la corrección (deontología) de una conducta; si el bien es algo universal o particular; si bien es una cualidad de algo o meramente un término descriptivo que informa de nuestras emociones; si el bien se corresponde con una cualidad natural (naturalistas) o un son indefinibles y sólo cognoscibles por intuición (intuicionismo).

Resumiendo, la moral es un hecho social que requiere justificación racional y ahí está la ética que es la reflexión crítica racional sobre la moral. Los códigos morales disponen de sus propias justificaciones, no sólo contienen deberes sino también valores. Pero no toda justificación es racional –véase justificaciones católicas–, y no todo valor es válido ni universal. Lo que sí puede ser universal es un principio ético racional básico y aplicable en todas las sociedades de todos los tiempos.

Lo que ocurre en el caso que nos atañe, de la moral católica, es que ésta pretende enseñar al hombre como debe comportarse para vivir según Dios. “Si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos” [Mt. 19,17]. Pero, ¿y si no crees en Dios? ¿y si crees en Dios, pero no en su Dios? ¿y si crees en su Dios pero no en todos sus valores? Para cumplir con la moral católica “la única cosa verdaderamente importante es vivir, crecer y perseverar hasta el final en la gracia de Dios, observado los mandamientos y evitando el pecado, sobre todo el pecado mortal, para merecer así la felicidad eterna”. Lo cual si no perteneces a su secta carece por completo de sentido. En caso de aceptar la tesis no demostrada categóricamente pero si expuesta de que la moral católica está traspuesta en nuestro Derecho y en nuestros valores, el problema, la polémica y el malestar interno está servido.

Otra disciplina carente de sentido para personas no católicas sería la Teología Moral que trata el mismo tema que la Ética pero usando la Fe, la Biblia y otros escritos similares como herramientas fundamentales, en lugar de la razón.

Quisiera destacar un aspecto moral importante. Según Piaget hay “formas inmaduras o infantiles de moralidad, en principio en niños, pero que pueden pervivir en adultos” que no han evolucionado correctamente. La conciencia moral tiene un origen racional intrínseco al sujeto, situación que en muchos casos no llega a desarrollarse, y que puede verse influida por factores como la inteligencia de la persona y factores sociales y emocionales. Según su clasificación evolutiva de la moral hay tres etapas: 2-6 años, 7-11 años y a partir de los doce. La característica principal de la etapa inicial es “toda forma de obediencia ciega –que también puede ser colectiva–“, descripción que a mi entender encaja perfectamente con la moral católica seguida por gran parte de los católicos, los cuales sin plantearse dudas o reparos aceptan, aunque no acatan en muchos casos, la imposición del conjunto de valores del dogma, doctrina o evangelio. Los que sí se plantean sospechas pueden terminar por aceptarlos para evitar castigos en otras vidas, dejando sus reticencias de lado y asumiendo lo que se conoce como “apuesta pascaliana”: “o hay Dios-Creador-Padre o no hay nada” con lo cual apostando por un Dios y cumpliendo sus exigencias tenemos más que ganar que perder.

Existen otras teorías de la evolución de la moral, por ejemplo la de Kohlberg, que basada en Piaget y Dewey, y tras elaborar unas encuestas, determinó tres niveles divididos en seis estadios. De sus conclusiones se puede extraer “normalmente los niños se encuentran en el primer nivel (premoral), pero sólo el 25% de los adultos llegan al tercer nivel (y únicamente un 5% alcanza el sexto estadio)”. Aclaro que el sexto estadio es la parte final del tercer nivel, equivalente a pensar que “lo correcto y justo se define por la decisión de la conciencia según principios éticos auto-escogidos”. Para estar en él habría que plantearse –según mi opinión- todos los valores que nos han enseñado, y tras hacer un examen de ellos escoger o crear los que se amolden a nuestro pensamiento. En el primer nivel y primer estadio se dice “Se respetan las normas sociales sobre lo que es bueno o malo, atendiendo sólo a sus consecuencias –premio o castigo– o al poder físico de los que las establecen–. Si eso no es una definición del comportamiento católico (en la actualidad por muchos creyentes no practicantes) que venga DIOS y lo vea.

Mi Problema con la Moral Católica

Finalmente y por no alargarme todavía más quisiera decir que mi frase inicial de “Ética, Moral, Derecho, Justicia y Libertad, y sus inmanentes dificultades para divorciar Yo, Tú y Nosotros” simplemente se refiere a que para ellos Moral, Ética, Derecho, Justicia y Libertad son términos equivalentes y definidos por la palabra de Dios, expuesta en los Evangelios, que TODOS debemos acatar, porque ellos no diferencian entre Yo, Tú y Nosotros. Su palabra es Ley, su voz totalitaria debe oírse en todos los rincones del mundo, y además de someternos a sus posiciones debemos estarles agradecidos por salvarnos –véase América Latina, por citar un caso–.

Desde un punto de vista católico una acción moral católica equivale a una acción buena, y una acción inmoral a una mala –un listado completo de acciones positivas se encuentra en la Biblia, pues todas las parábolas de Jesús, en concreto la de El Buen Samaritano [Lc. 10.30ss] son el camino a seguir–. La moral católica deja claro que no basta con tener Fe para salvarse y aceptar los valores enseñados, es necesario cumplir las normas y seguir el Camino.

Gran parte de sus valores figuran en nuestra sociedad, algunos de ellos, muy a su pesar, son compartidos por gentes de otras religiones o por personas ateas o agnósticas. Digo muy a su pesar porque en defensa del catolicismo se suele aludir a que sus seguidores y representantes terrenales profesan una serie de dignos valores y loables actitudes, como la honestidad, la humildad, la generosidad, la compasión, etcétera, de manera que puede dar la falsa impresión al escuchar su discurso de que una persona no católica no pudiera participar de ellos. Sin embargo otros, por más que han querido imponerlos con amenazas no son aceptados por el grueso de la sociedad, que quiere salvar su alma, pero cómodamente, sin pagar el alto precio exigido –véase alguno de los mandamientos, “no consentirás pensamientos ni deseos impuros”, o los pecados capitales, “gula, orgullo, pereza, ira”–.

La moral se ocupa de las acciones humanas, de aquellas “acciones que el hombre realiza con conciencia y deliberación”, y que por lo tanto implican su libertad y su responsabilidad.

En verdad os digo

Si la moral se ocupa de las acciones humanas, la moral católica debiera ocuparse únicamente de las acciones humanas católicas. Y jamás inmiscuirse en cuestiones sociales, judiciales o políticas –desde el Vaticano se hacen indicaciones acerca de lo que un buen creyente debe pensar, alabar y poco menos que votar–.

Estoy absolutamente convencido de que la religión es algo contingente, utilizado por unos para dar sentido a su vida y por otros para sobrellevar mejor una existencia temerosa por incierta, en lo que al futuro respecta. No debiera tener mayor trascendencia ni utilidad, pero por desgracia no es así.

A veces me planteo si el género humano no es estúpido, egocéntrico, cobarde e interesado, entre otros muchos adjetivos descalificativos, por permitir que una institución como la Iglesia, que ha hecho lo que ha hecho, y hace lo que hace, siga entre nosotros. No hacen faltas bombas para destruirla, simplemente que la gente despierte.

Cada domingo los Morlok acuden a su juicio semanal. Pecadores de nacimiento necesitan redimirse periódicamente. Y sentirse culpables a diario.

Como Freud afirma en “El malestar de la cultura”: “Tal como se desprende del análisis religioso, la culpa aparece como el elemento inconsciente más relevante; el que moviliza la creación de dioses y demonios, de ritos y plegaria, de sacrificios y oblaciones.”

Liberémonos de culpas. No dejemos que nadie se aproveche de nuestros miedos inconscientes.

http://www.apostasia.tk/

Nota

Para la redacción he usado varias fuentes: libros e Internet, pero principalmente mi propio perolo. He procurado digerir al máximo las lecturas antes de escribir nada, intentando tener una visión general que luego fuese expresada a mi modo y conforme a la intuición que tengo desde que era niño –la Iglesia no para de entremeterse en mi libertad y en la de los demás–, evitando el cortar y pegar textos indiscriminadamente. Con los textos usados pretendía dar a mi punto de vista subjetivo, formado con el paso de los años, un mínimo de respaldo académico conforme a teorías serias. Me ha faltado organización en el discurso, seguramente porque lo he hecho sobre la marcha, y aunque lo haya releído varias veces no es lo mismo que escribir algo con un guión estructurado, por ello si da muchos saltos atrás y adelante, disculpas.

Me he basado en el libro “Introducción a la Filosofía” de Cesar Tejedor Campomanes para la síntesis y clasificación de los sistemas éticos por un lado y del desarrollo moral por otro que figura al final del escrito, aunque lo he agrupado un poco a mi antojo, así que si algo hay mal no es culpa de él, sino mía. En cualquier caso he procurado no olvidar entrecomillar los literales y hacer uso lo menos posible de ellos.

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